¿Recuerdas la primera vez que saliste a comprar muebles para tu piso? ¿Fue excitante o quizá lo contrario?
La mía resultó absolutamente frustrante. Alquilé una furgoneta enorme y salí rumbo a IKEA con la intención de llenarla hasta el techo de objetos bonitos y caprichosos. Estaba henchida de emoción imaginando el día tan excitante que me esperaba.
Llegué nerviosísima. Empecé a pasearme por las instalaciones siguiendo el camino amarillo marcado en el suelo. Conforme me adentraba en el mundo IKEA, observando lo que encerraba cada sala, habitación, baño y estantería, mi ánimo comenzó a enturbiarse volviéndose más oscuro y denso a cada paso.Desgraciadamente, no encontraba nada que me gustara.
No porque la exposición no fuera interesante, que lo era. Además, los muebles tenían un diseño limpio, funcional y actual. Estaban bien trabajados. Y por lo que había oído, no eran difíciles de montar. Por no hablar del precio, que resultaba muy apetecible.
Sin embargo, no me transmitían nada. Tocaba su superficie y nada latía dentro de mí. Miraba sus líneas, seguía sus contornos y …nada. Volví a casa con la furgoneta vacía, el bolsillo intacto y completamente perpleja por mi reacción.
¿Cómo era posible que no me hubiera gustado nada de lo que había visto?
Poco tiempo después, cerca del piso que no conseguía amueblar, abrieron un taller de restauración. Tenía un escaparate enorme donde exponían los muebles y objetos antiguos ya terminados que iban saliendo del taller. Cuando lo ví por primera vez, mis ojos se salieron de las órbitas y sentí tal emoción que tuve que contenerme para no saltar como una chiquilla.
Cada pieza allí expuesta brillaba por sí sola. Ninguna era igual a la otra aunque formaran parte de un conjunto. Siempre había algo que las diferenciaba. Una mancha aquí, una grieta allá, un golpe más arriba, un arañazo más abajo. Lucían la solera que dan los años. Iban vestidas de gala: ceñían una capa de tinte y cera, mezclada con esa pátina oscura que adquiere la madera gastada. Algunas piezas se habían engalanado con telas de vivos colores o con pendientes colgando de sus cerraduras.
Un único mueble de ese escaparate, dentro de una de las habitaciones de mi vacío piso, bastaba para inundarla con su presencia, empaparla de su carisma y llenarla de su historia.
Así, de esa manera, descubrí que prefiero lo antiguo a lo moderno, lo usado a lo nuevo y lo imperfecto a lo perfecto.
Cuando me encuentro con un objeto desvencijado por los años de uso y abandono, lo miro despacio. Paseo mi mirada lenta y pausadamente por su superficie para que me muestre cada herida, cada poro y cada grieta. Así, su historia me envuelve y me transporta.
Luego comienzo el proceso de la restauración, deseosa de que mi técnica sea capaz de devolverle la dignidad perdida.
Parece que esta particular “visión” sobre los objetos antiguos, no sólo tienen nombre sino también escuela y filosofía. En el blog Pensamiento japonés se explica detalladamente:
“El cocepto Wabi-sabi es una comprensión de la belleza que reside en lo modesto, lo rústico, lo imperfecto, incluso en lo decadente, una sensibilidad estética que halla una melancólica belleza en la impermanencia de todas las cosas”
Y para muestra, un botón.
En uno de los rincones del caserío donde vivimos, yacía olvidada una ventana desvencijada. Es posible que formara parte de la carpintería de la casa al inicio de su construcción. Se encontraba en un estado lamentable. Rota, llena de carcoma y en algunas zonas, la madera se había converido en corcho.
Sin embargo, cada herida de su fisonomía destilaba aroma y sabor; como un buen Armagnac. Me enamoró completamente.
Cuando pinté el baño , supe que ya había encontrado el lugar donde colocarla. Y ahí está, henchida de orgullo luciendo sus cicatrices. Hermosa y altiva.
Os la enseño:
¿Qué opinas del post? ¿Conoces el concepto Wabi-sabi?¿Estás de acuerdo con la interpretación que le he dado? Deja tu comentario.
Qur chulo Mar! Me gusta mucho y parece sencillo
Sí, lo es. El único problema fue encolarlo y darle firmeza. El resto del proceso de restauración resultó muy gratificante. Pero lo más interesante fue darle una oportunidad. Gracias por comentar guapa!