¿Conoces esta canción?
Cuenta la historia de una novia que, blanca y radiante, se dirige al altar. Sin embargo, su belleza y su luz no se corresponden con su estado interior. Se casa con un hombre al que no ama.¡Ohhhh!
Por suerte, esta situación no es habitual en nuestros días. Las novias actuales deciden ir al altar voluntariamente y, ¡además!, por amor. Y para mostrar su amor y mostrarlo a los demás, eligen colocarse sus mejores galas, invitar a los suyos a engalanarse también y, juntos, celebrar que ha triunfado el amor.
Es un acto sublime. Sus protagonistas, los novios, van a vincular sus vidas sustentándose en este sentimiento. Única y exclusivamente. Y bajo este manto, y con esta atmósfera, compartirán el recorrido del nuevo camino que comienzan.
Grande, ¿no?
El ritual que lo acompaña es tan sublime como el acto. Cualquiera que se elija. Y los novios, conscientes del paso que dan, se embellecen para recibir a la belleza.
Muchas de las protagonistas eligen el blanco como el color que les vestirá ese día. El proceso de preparación es lento y pausado. ¡Mejor! Así el deleite dura más.
Capa a capa, se va preparando la novia para el gran momento. Masajes, uñas, pelo, maquillaje, lencería.. y, por fin.. el vestido.
Sólo faltan las flores. Es el último paso del ritual.
¡Ya está!
Con las flores en la mano, vestida de novia, ¡ahí va!, blanca y radiante, a encontrarse con él.
Transformada por y para el amor.
¿Con cuánta frecuencia ocurre esta metamorfosis en tu mundo? ¿Has visto al amor actuar recientemente?
En el mío se ha vuelto a repetir el ritual.
Pero esta vez la protagonista es una cómoda. Sus dueños pusieron en mis manos su proceso de transformación. Y también, capa a capa, ha sido preparada para recibir su vestido blanco.
Y así, blanca y radiante, convertida en novia, se dirige a un nueva vida. Por y para el amor.
Os la presento.
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